Hace mucho tiempo que quería publicar esta entrada, y hoy, por fin, tengo el gustazo de hacerlo, principalmente por el motivo que veréis al final de esta entrada.
Marcos y Alberto llevaban 8 años juntos cuando decidieron darle legalidad oficial a su unión. Dos jóvenes interesantes, profesionales altamente cualificados, autosuficientes, que pueden presumir de una relación consolidada.
Y se lanzan a preparar una boda que puede llevar una gran etiqueta: ELEGANTE. Porque Marcos y Alberto lo son, desprenden una elegante serenidad que impregna todo, y que resulta absolutamente evidente en las fotografías.
El lugar elegido para su boda fue Brihuega, en plena Alcarria y de una belleza sobradamente conocida, que contribuyó con su sobria imagen castellana a dar a esta boda un estilismo que en su conjunto resultó perfecto.
La ceremonia tuvo lugar en el patio de armas del Castillo de la Piedra Bermeja, Prado de Santa María, situado dentro del recinto amurallado del castillo al que se accede desde el Arco de la Guía.
El banquete se ofreció en La Capilla de Brihuega, perteneciente al Convento de las Jerónimas y actualmente restaurado y reconvertido en un maravilloso espacio para eventos.
Uno de los encantos de la boda de Marcos y Alberto reside en el placer de fusionar el estilo de las bodas tradicionales de Castilla, con el recorrido de los novios a pie hasta el lugar de la ceremonia, con la modernidad y eficacia de los espacios clásicos restaurados respetando el minimalismo original, consiguiendo una combinación exquisita.
La delicia de pasear juntos, dirigiéndose hacia el Prado de Santa María, y de allí sentirse arropados por su familia y amigos, y recuperar la bonita costumbre de la comitiva nupcial, dan a esta boda una estética de distinguida sencillez, llena de naturalidad y contenido emocional… Así llegó también Mari Cruz a la Iglesia de su boda donde la esperaba David.
Los novios eligieron la vestimenta más clásicamente formal para una boda de día: el chaqué o como dicen los ingleses, morning coat.
Con leves variaciones, (chaqué más clásico inglés con levita negra para Alberto, con chaleco gris plata y pantalón rayado en negro y gris; y levita, pantalón y chaleco gris para Marcos, de perfecto mid-grey), unificando el conjunto con corbatas en tonos azules (punto actual, junto con los chalecos que no eran cruzados) y camisas blancas. Los dos, con gemelos y zapatos negros. En la solapa, los dos llevaban un pequeño prendido de freesias blancas.
Los testigos, también de chaqué, obedeciendo perfectamente a quien marca la etiqueta masculina en la boda, que no son otros que los novios.
Las amigas de la pareja ejercieron de damas con unas tiaras de flores silvestres que las identificaban perfecta y juvenilmente.
Esta elegancia clásica se trasladó de forma espontánea también a los invitados, y especialmente a las señoras, que lucieron vestidos y tocados muy bien escogidos para la hora: las una y media de la tarde. A destacar, el sombrero de Aurora, la madre de Marcos, de Tocados Celeste San Antonio, de Salamanca.
Los novios regalaron a sus madres, antes de la ceremonia, unos bouquets, de rosas rojas para Aurora, y blancas para la madre de Alberto.
El lugar elegido para la ceremonia, como hemos dicho el Patio de Armas del Castillo de la Piedra Bermeja, se decoró con un sencillo cesto de mimbre y un pedestal con margaritas blancas y hojas de phoenix. Un guitarrista clásico acompañó con música una ceremonia sencilla y entrañable, sentado en una silla cubierta con un mantón de manila. Y para poner la guinda, la ceremonia tuvo como es de menester un delicioso paje con su perfecto chaqué.
Para el banquete, se eligió muy armónicamente una decoración en la que primaban el blanco y el dorado. El primero, en los manteles, fundas de sillas, vajillas… y el dorado a cargo de sencillas espigas de trigo como centro floral. Todo, encajado a la perfección en el entorno castellano, la época (otoño) y el salón donde se sirvió la comida.
Para la disposición de las mesas se optó por una combinación entre lo clásico y lo actual. Clásico, por la posición en cabecera presidencial de los novios y los padres, y actual por el formato cuadrado de la mesa que impidió que ninguno de ellos diera la espalda a los invitados.
Hubo regalos para todos, palabras emotivas y sendos discursos de declaración de amor por parte de los novios; photocall, flashmob sorpresa de los novios y sus damas…
Tras el convite, se convocó a los invitados a una cena informal a base de ibéricos y colines, que se completó con un divertido karaoke en el que la canción (tuneada) de la madre de Marcos dedicada a su hijo, con la música de “My way” de Frank Sinatra, hizo emocionarse a todos…
Y no acabó la boda ahí… el punto final lo puso la espléndida paella que Aurora, experta cocinera, ofreció a los invitados que decidieron quedarse hasta el domingo.
¿Puede haber una boda más elegantemente tradicional?
Hoy, Marcos y Alberto han formado una preciosa familia junto al pequeño Gonzalo!.
