En las bodas católicas, la disposición de los reclinatorios frente al altar, no está estipulada de forma cerrada. Normalmente, se habla con el párroco y se acuerda del gusto de los novios. La ordenación de novios y padrinos responde más a la tradición y a la relevancia de los testigos más fehacientes (que son los padrinos) en la ceremonia religiosa. Se les da el protagonismo que merecen, y por ello se les coloca junto a los novios. El lugar concreto, depende del gusto de los novios y de la costumbre del lugar.
En los últimos años esto se ha flexibilizado, y la tendencia es dar también su sitio a los padres de los novios que no son padrinos. Por ello, las colocaciones pueden variar y salvo reticencias muy concretas por parte de la iglesia, se hace lo que a los novios les parezca más adecuado.
Cuando los novios quieren estar solos en el centro, los reclinatorios de los padrinos se colocan a derecha e izquierda de ellos, pero algo separados y formando en conjunto una media luna. De este modo, los padrinos están lo suficientemente cerca para desempeñar perfectamente su papel de testigos y padrinos, pero al mismo tiempo dejan a los novios el espacio que como protagonistas merecen.
Respecto a qué hacen ellos al entrar, el novio entrará acompañado de su madre y madrina, y no es correcto que ella le acompañe a su banco y se marche sola al suyo. Por lo tanto, por una cuestión de cortesía y de armonía visual, será él, el novio, quien acompañe a la madrina a su banco y luego se coloque en el suyo.
El padre y padrino dejará a la novia junto al novio, lo saludará y luego se colocará en su banco.
Pero hago notar una cosa. La madrina, sola y en un aparte, lejos del novio, y el novio solo en el centro, hasta que llega la novia con su padrino. Es como una nota de desolación, de desorden. En mi opinión, quedará mucho mejor si cuando lleguen novio y madrina, éstos esperan juntos en el centro. La madrina, haciendo compañía al novio. Cuando llegue la novia con su padrino, se encontrarán los cuatro en el centro. Padrino y madrina podrán saludarse cariñosamente como procede y la ocasión lo propicia, y novio y novia lo mismo. El padrino entrega la novia al novio, le ofrece el brazo a la madrina y la acompaña a su banco, dirigiéndose él al suyo.
Todo es de una cortesía armoniosa, delatando la relación afectiva que existe entre todos; hay contacto físico entre los cuatro protagonistas… es cálido. Y lo perfecto, a mi modo de ver, es que puesto que los padrinos no estarán pegados a los novios, se les coloque juntos a la izquierda de estos (mirando al altar), algo separados. Eso evitará las dos figuras solitarias a los lados, reforzará la figura de padrinos y les permitirá a ellos estar más acompañados. De esta manera, una vez que llega la novia con su padrino, al centro del altar donde esperan madrina y novio, el padrino ofrecerá el brazo a la madrina y los dos juntos se marcharán a sus sitios, permaneciendo juntos durante toda la ceremonia.
Igual de cálido y familiar, pero con guinda ¿no crees?.
La fotografía es de Ana y Julio, en la Basílica de Santa María, en Alicante.
