Alicia es impulsiva, auténtica. Eduardo es reposado, tranquilo. Los dos, una combinación entrañable que te engancha desde el primer momento. Transmiten ternura, y sobre todo, mucha, mucha ilusión.
Cuando les conocí, en el Pou de la Neu, en Jijona, venían acompañados de parte de la familia. Enseguida nos entendimos. Alicia y Eduardo, con su intenso acento jijonenco, sus requiebros y expresiones totalmente típicas de la zona, querían una boda tradicional pero divertida, donde las raíces culturales tuvieran su sitio asegurado.

Y así lo hicimos. Eduardo, como buen novio joven, veía la elección de su traje como un incordio que había que resolver cuanto antes, pero acertó a la primera. Y Alicia, desde lo tradicional (tres metros de una maravillosa cola y velo de tul) introdujo una nota de color en su vestido. Así, un bies en color fucsia ribeteaba el cinturón que ceñía la cadera.
Los amigos formaron parte de la boda desde el primer momento y tuvieron un papel protagonista en la ceremonia… y en las laderas que envuelven a Jijona, donde su pancarta alusiva a tan ilustre evento adornó la entrada de Jijona durante muchos días.

Ellos querían una boda mimetizada en el entorno, en un magnífico paraje de la Carrasqueta, puerto de montaña a 1020 metros de altura, donde se ubica el Pou de la Neu, una construcción que hoy alberga un acogedor hotel de montaña y que antaño hizo lo mismo con los trabajadores que levantaron un pozo de nieve, que aún se conserva.

Desde el Pou, se divisan unas maravillosas vistas que alcanzan hasta el mar Mediterráneo, desde dos explanadas situadas a alturas distintas. Así configuramos la explanada delantera del hotel para la instalación de las mesas para el banquete, el cóctel de bienvenida, y la caseta de wc totalmente fashion jajajaja. En un lateral de la casa, se situó la cocina del catering y su logística.

La montaña, en junio, es puro contraste. La boda, que se celebró a las 12 de la mañana en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, decorada con olivos, jazmines y albahacas, de acuerdo al estilo sencillo y autóctono que imperó también en el Pou. Por la mañana, calor, mucho calor, 36º, y sabíamos que eso cambiaría rotundamente al atardecer, acabando en 11º a las 12 de la noche!.
Así que por el calor y por el frío, instalamos toldos en la explanada donde situamos las mesas, mediante soportes de madera rústica. El mesero se colocó en pizarras sobre balas de paja, y todo el entorno se decoró alrededor de útiles de labranza. Los indicadores de mesas en pequeñas pizarras y los centros se elaboraron a base de frutas de temporada.
En la explanada inferior, se montaron carritos para la barra libre y los dulces, y los oportunos altavoces para el baile. La entrada a la finca se adornó con macetas de alegrías y gerberas, y farolillos de papel blanco.
Instalamos una mesa especial para los peques, muy abundantes, que estuvieron al cuidado de una monitora que los mantuvo entretenidos durante todo el día.

La llegada de los novios, que marcharon de la iglesia tradicionalmente en un descapotable (con Alicia delante, ¡tremenda cola!) llegaron sorpresivamente para todos al Pou, en una entrada espectacular que dejó patente los gustos moteros de Eduardo.
Con el respeto a las tradiciones, el estilo montañero de los invitados, un menú de tradicional cocina mediterránea, y la abundancia de risas y momentos muy emotivos, Alicia y Eduardo, junto a un reducido grupo de amigos, pasaron lo que quedó de noche (muy poquita), en el hotel, para desayunar juntos y saborear los momentos vividos, antes de marcharse de viaje de luna de miel.
Ali, Edu, os hacéis querer y os recordamos con mucho cariño!
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Joooo, que bonita descripción, pero así fue, tuvimos la boda que quisimos, gracias a vosotros, familiares y amigos que, entre todos, hicimos que fuera posible este gran sueño. Besos!